

“En estos tiempos nunca se sabe”, el día que pensaron que habían secuestrado a Dámaso González después de salir a hombros de Madrid
El próximo viernes 6 de octubre a las 12.00 de la mañana el recuerdo del torero albaceteño Dámaso González quedará perpetuado en las paredes de la Plaza de Toros de las Ventas.
Durante su extensa trayectoria como matador de toros, hizo el paseíllo hasta en 45 ocasiones en Madrid, salió a hombros en dos de ellas, la primera en 1979, tras desorejar a un toro de La Laguna y la segunda en la octava corrida del San Isidro de 1981, una tarde de gran expectación en la que compartió cartel con Paquirri y Rafael de Paula.
Fue precisamente esa tarde cuando tras la locura colectiva de la puerta grande, el matador desapareció de la explanada venteña. En medio de una confusión generalizada los miembros de la cuadrilla llegaron a plantearse la posibilidad de que en un hostil ambiente político Dámaso hubiese sido secuestrado. Nada más lejos de la realidad, el torero estaba de vuelta al hotel en un taxi, que además al no llevar dinero encima (como es de suponer), y ser el taxista aficionado a los toros le salió gratis.
Del toreo de Dámaso, se pueden alagar su valentía o quietud, pero si hay una virtud por la que será recordado el torero manchego es por su temple, así lo destacó el periodista Joaquín Vidal en la crónica de su faena al toro de La Laguna: “Cuando éste, ya entregado al dominio del diestro, embestía, el torero tiraba de él con suavidad, el engaño a la mínima distancia de los pitones, pero sin permitir ¡ni una sola vez! que éstos llegaran a rozarlo. ¿Y esto qué es, sino el secreto del temple?”.
El azulejo, recordará de manera física la figura del maestro de Albacete, porque en la memoria del aficionado madrileño y en la retina de aquellos que no estuvieron allí, pero después han visto la faena, quedará para siempre marcada la tarde del 2 de junio de 1993. Aquella tarde, la de la despedida de Dámaso del ciclo isidril, salió por chiqueros “Chaval”, un imponente toro de la ganadería de Samuel Flores. En la plaza nadie daba un duro por el astado, ninguno de los allí presentes a excepción de uno. El rey del temple.
Nerea Etxarri